Al término de nuestro anterior reportaje, dijimos que todavía nos aguardaban muchas sorpresas en Ochate y en la Ermita de Nuestra Señora de Burgondo. Podemos aseguraros que éstas no os defraudarán, lo que nos sucedió tanto en ese recóndito enclave, como a lo largo del sendero que nos condujo hasta ese lugar, nos sobrecogió a cada paso, sintiendo como el desasosiego y porque no decirlo hasta un poco de temor se iban adueñando del ambiente en más de una ocasión. Os invitamos a que nos acompañéis y disfrutéis con nosotros de esta desconcertante y extraordinaria experiencia.
Son las 2.15 horas de la madrugada, estamos llegando al final de nuestro viaje pero no podemos irnos de aquí sin visitar la Ermita de Burgondo un lugar, acerca del que se escuchan todo tipo de leyendas y rumores. La noche, reposa ya sobre los páramos y nos escolta en todo nuestro recorrido. La peculiar «capilla» está situada en la parte más alta del cerro, a escasos metros de Ochate. Está comunicada por medio de una vereda empedrada y estrecha con bastante inclinación, que junto con lo abrupto del terreno hacen que llegar allí sea un reto.Apenas iniciamos el ascenso, los sobresaltos no se hacen esperar. Comenzamos a sentir que no estamos solos y que nuestros pasos no son los únicos sonidos que percibimos, permanecemos en silencio porque ninguno de nosotros nos atrevemos a comentar lo que estamos escuchando, ¡Los walkies talkies nos están hablando dentro de nuestros bolsillos! Los llevábamos apagados porque en ese momento caminábamos todos juntos y no necesitábamos comunicarnos, por lo que no dábamos crédito al suceso, lo que oíamos, eran susurros en forma de interferencias como cuando tratamos de sintonizar un canal de radio sin lograr escuchar nítidamente lo que hablan, nos hemos parado, comprobamos que efectivamente no están conectados, pero no perdemos la calma, queremos darle una justificación «lógica» sin conseguirlo, optamos por encenderlos y asegurarnos que funcionan perfectamente para descartar así una mala conexión de la batería, todo está bien, volvemos a desconectarlos y asombrados seguimos nuestro camino. Unos metros más adelante, mientras comentamos lo que acaba de suceder, se produce de nuevo la misma situación, las interferencias llegan hasta nosotros mezcladas con nuestras propias voces, por momentos parecen incluso interactuar con nosotros, no queremos ponernos nerviosos ya que aún nos queda un buen trecho y la explicación es difícil de valorar, la única posibilidad que podemos aventurar es la presunta presencia de alguna antena instalada en el páramo oculta por la oscuridad de la noche y que sea la causante de dichas interferencias… El sendero se acaba y ante nuestros ojos se alzan al fin las ruinas de la Ermita de Nuestra Señora de Burgondo, reposando en la meseta y herida por el abandono, observamos con tristeza como el vandalismo y los desperdicios acumulados en su interior han terminado por borrar la huella histórica de este enclave.
Antes de continuar con nuestra labor justo es conocer los anales de este Santuario: La Ermita de Burgondo data según la Diócesis de Vitoria del siglo XVII, pero existen al parecer documentos anteriores que la ubican en el año 1556 y otros la describen desde tiempo inmemorial, realmente poco se sabe ya que la envuelve un halo de misterio y sus muros no revelan ningún dato dado su mal estado. La devoción a la Virgen de Burgondo, hoy desaparecida, era tal que se le atribuyeron infinidad de milagros, y eran constantes las rogativas llegadas incluso desde otras provincias. Es significativo destacar la reacción del octogenario D. Pedro Ogueta, persona muy ligada a Burgondo y último mayordomo de su cofradía, que al ser preguntado sobre los presuntos fenómenos extraños ocurridos en Ochate no duda sobre su origen y afirma con rotundidad que se trata de “milagros de la Virgen de Burgondo”. El día 15 de agosto, fiesta de la Virgen de la Asunción, los habitantes de San Vicentejo, junto con los de Aguillo, Ajarte, Imíruri y Uzquiano, aún hoy suben en romería hasta la Ermita, esperando con emoción el momento de besar un medallón a modo de reliquia aparecido en 1947 tras la caída de un rayo entre los gruesos muros del templo y que sólo se exhibe una vez al año.
(Hemos decido continuar nuestro relato en primera persona puesto que la compañera que protagonizó el suceso que vamos a detallar, dada su transcendencia para el desarrollo del trabajo de campo que efectuábamos, ha preferido hacerlo así, aunque todos fuimos testigos de lo que sucedió)
«Inicio la grabación para tratar de captar el momento en el que todo se ha quedado en silencio y al levantar el brazo para inmortalizar ese instante, recibo un fortísimo golpe haciéndome estremecer con un grito de dolor, no me avergüenza decir que todos mis compañeros han saltado del susto en el momento del impacto, estoy sin palabras y ellos acuden a mí para ver si tengo alguna herida, afortunadamente no es así, pero al levantarme las mangas que cubren mi brazo (debido al frío llevo varias prendas de ropa) observo una contusión en mi piel ahora ya bastante enrojecida producto del tremendo golpe recibido, para calmarme de la impresión, cariñosamente recibo un beso que sinceramente necesito pues la ansiedad me está ahogando y necesito salir de este lugar, según miro al suelo observo entonces que mis pies están posados justo encima de una piedra con aspecto de tumba, ya bastante deteriorada, donde minutos antes mi compañero había detectado una increíble actividad electromagnética. dándonos cuenta de que ambos hechos guardan relación, rápidamente inclino la cámara para grabar la «piedra» y mi sorpresa es mayúscula cuando me doy cuenta de que la cámara de vídeo no está captando ninguna imagen, la pantalla se ha quedado en blanco, decido apagarla y conectarla de nuevo, la batería está perfecta pero cuando trato de acceder a la grabación me doy cuenta de que algo realmente extraño ha ocurrido, no puedo evitar una exclamación de asombro:
– ¡chicos todo el trabajo realizado desde Ochate hasta aquí se ha borrado! ¡no nos ha quedado nada!
Naturalmente la cara de mis compañeros es de extrañeza y a la vez de tristeza porque hemos perdido una información muy valiosa y de gran interés, pero no podemos lamentarnos ya no se puede hacer nada, a mi mente sólo acude una pregunta ¿Qué misterio guarda este lugar que no quiere que veamos?…En imágenes no será posible pero sí podremos escuchar. Dicen que las casualidades no existen pero nuestras grabadoras han sido testigos de nuestra experiencia y las psicofonías recogidas en ese momento son realmente significativas.
A lo largo de este trabajo de campo hemos tenido la certeza de que el fenómeno parafónico es observador fiel del mismo, la causa paranormal que lo provoca sea esta cual sea nos ha demostrado de nuevo que no solo interactúa con los investigadores sino que además es plenamente inteligente, como muestra de esto que os comentamos os dejamos con estos impresionantes audios que pudimos captar justo en el instante en el que a nuestra compañera le sucedía lo anteriormente reseñado:
(esta voz masculina, obtenida en el momento del golpe, nos deja claro cual era la intención última de dicho impacto)
(la siguiente inclusión, captada pocos segundos después de la primera. «copia» justo la frase que nuestra compañera exclamó al recibir el golpe)
(Probablemente esta sea la más significativa de las tres, pues demuestra claramente que el «fenómeno» estaba presente y «vigilante» a nuestra reacción posterior al ataque sobre nuestra compañera)
Con todo, el resto de parafonías que pudimos obtener allí, son realmente impresionantes y de una claridad asombrosa:
Tras nuestro periplo en la Ermita, ya bien avanzada la madrugada, decidimos descender de nuevo hacia Ochate para recoger nuestro material y emprender el viaje de regreso. Al llegar a las ruinas de la aldea, decidimos tomar un breve descanso y realizar unas últimas grabaciones. Allí, todavía nos quedaba por recibir una sorpresa más…quizás la más tétrica (por el mensaje que nos transmitió) de todas ellas.
Esta inclusión se transformó en algo realmente relevante cuando poco tiempo después de regresar de nuestro viaje, tuvimos oportunidad de averiguar, que a pocos metros del lugar en donde realizamos esta última grabación se produjo la trágica muerte del periodista de investigación, Alberto Fernández (1987) que presuntamente terminó con su vida de esa triste manera. Como habéis podido comprobar, el material obtenido durante nuestro trabajo en la Ermita de Burgondo ha estado lleno de interés, los fenómenos con los que allí nos hemos encontrado, la extraña «reacción / interacción» de nuestros walkies, las mediciones que obtuvimos a nivel electromagnético, la «desaparición» inexplicable de todo nuestro material videográfico y sobre todo los impresionantes y significativos registros parafónicos, hacen de este enclave uno de los más interesantes que hemos visitado.