En esta segunda parte de nuestra visita a Navalagamella, queremos que nos acompañéis a una ruta cargada de historia y dramatismo, nos estamos refiriendo a los hechos acaecidos allí durante la Guerra Civil Española y que tan profunda huella dejó marcada en las calles y rincones de esta villa. Este es uno de los pueblos que cuenta con más fortificaciones de este periodo histórico en nuestro país, en la mayoría de los casos conservados en un más que aceptable estado. Nidos de ametralladora, fortines, búnker o «garigolas» como algunos los llaman, rodean este municipio de principio a fin de su territorio. Unos de fácil acceso, ubicados prácticamente a pie de carretera y otros por contra, situados en lo alto de los montes que dominan todo el valle y escondidos de ojos indiscretos. Eso si, todos conservan esa energía que se capta desde el principio de acceder a ellos y que los convierte en enclaves únicos de nuestra historia.
Nos disponemos a caminar más de siete kilómetros campo a través, para tratar de localizar estas joyas de nuestra historia, testigos de la tragedia y sufrimiento de una guerra sin sentido y que hoy permanecen dormidas, acariciadas por el viento y asentadas en unos bellos parajes de tranquilidad y sosiego dónde nos es difícil imaginar incluso cerrando los ojos, que aquellos montes una vez, sintieran en sus entrañas la muerte y el horror de cada uno de los seres humanos que perdieron la vida en aquel lugar. Comencemos pues nuestra ruta amigos, pero antes una breve descripción de la arqueología bélica que vamos a descubrir, para que podáis identificar con mayor facilidad estas construcciones:
1º)Obras de fortificación militar: Estas obras se componían de trincheras, nidos de ametralladoras o fortines, asentamientos artilleros, blocaos, búnker, refugios de campaña, depósitos de municiones, zanjas y otros obstáculos.
2º) Puestos de mando y observación.
3º) Refugios civiles: Servían contra los bombardeos o para la fabricación de suministros.
Pertrechados ya con nuestros equipos a la espalda, nos dirigimos en primer lugar a las fortificaciones que hemos visto casi al pie de la carretera, nuestro primer objetivo, aunque decidimos dar un rodeo para, en lugar de acceder directamente tratar de ver si existen algunos otros restos en la parte posterior. Descendemos una pendiente hasta toparnos con un viejo cruce de caminos que ciertamente logra despistarnos, pero afortunadamente a lo lejos, observamos caminar a una señora mayor que con paso firme y resuelto avanza por el sendero, seguramente una vecina del pueblo, a la que nos atrevemos a preguntar con sutileza lo que estamos buscando. Su rostro se ilumina de inmediato y con una gran sonrisa no duda en informarnos. Esta encantadora mujer llamada Fermina Hernández García de 72 años, llena de vitalidad y un espíritu risueño incomparable, se ofrece no solo a mostrarnos el camino a seguir, sino también a acompañarnos personalmente por el sendero, invitación que desde luego estamos encantados de aceptar. Nunca la olvidaremos porque Fermina se ha convertido en una gran amiga nuestra. Asida de nuestro brazo empieza a contarnos que estamos en un cerro de la zona conocida como “los Berrinches”, muy cerca de los fortines que estamos buscando y que pertenecieron al bando nacional. Estos al parecer miraban estratégicamente a la cercana población de Valdemorillo, ya que este era el asentamiento republicano más cercano. Franco lógicamente, eligió Navalagamella como un punto privilegiado para vigilar más de cerca toda aquel perímetro y lo cierto es que contemplando aquellas vistas lo entendemos de inmediato. La vista que tenemos es increíble, desde aquí se puede observar Valdemorillo, Fresnedillas y Quijorna, un paisaje que nos deja sin palabras.
Avanzamos ahora por una senda llena de piedras y por fin llegamos a nuestro objetivo, estamos impresionados, ante nuestros ojos se presentan estas grandes fortificaciones de hormigón y piedra de más de un metro de espesor, sin duda a prueba de bombas. Fermina nos cuenta con un poco de tristeza que Navalagamella no participó directamente en la guerra civil, pero que por su emplazamiento quedó totalmente destruida con los bombardeos. Subidos en uno de los fortines observamos al otro lado de la carretera, una gran finca con un caserón enorme totalmente abandonado y nuestra curiosidad nos hace preguntarle a nuestra nueva amiga la historia de esta otra edificación. Fermina nos comenta también que se trata de una finca llamada “Los Cerrillos” al parecer también bombardeada durante el conflicto y abandonada casi al comienzo de la guerra aunque seguramente se empleara por entonces como refugio, pues nos comenta incluso que recordaba haber visto trabajar allí a algunas personas. Lo que nosotros hemos podido averiguar de aquel edificio es que se empleó como algún tipo de instalación ganadera o quizá como “granja”, pues así parecen mostrarlo los abrevaderos y pozos repartidos por distintas partes del recinto, las cuadras donde guardaban a los animales, e incluso algún que otro apero de labranza. Nos despedimos de nuestra entrañable amiga agradeciéndole la confianza depositada en nosotros y la información que nos ha facilitado no solo para este primer objetivo sino para todos los siguientes que descubriremos en posteriores visitas.
En el interior de estas fortificaciones las sensaciones son impresionantes e indescriptibles, se unen la tristeza y el recuerdo leído en la historia de tantos y tantos acontecimientos sufridos entre esos muros, que parece que vayan a comenzar ha hablarnos en cualquier momento. Nos asomamos tímidamente por entre los huecos abiertos en el hormigón por donde los combatientes extraían sus ametralladoras para disparar al enemigo, inmortalizar ese momento con nuestras cámaras y mostraros la visión que tenían aquellos hombres es realmente impactante. Aunque estamos convencidos de que todavía nos queda mucho por descubrir, es al asomarnos por estas “ventanas” de la historia, cuando nos damos cuenta de todo lo que pudo significar ese conflicto en aquel hermoso valle.
Nos embarcamos ahora en la localización de los búnker más escondidos, para ello tenemos que ir monte a través en busca de una colina cerca de una cantera. Con kilómetros por delante nuestras fuerzas no se rinden y poco a poco nos aproximamos a nuestra meta. Nos encontramos ya alejados totalmente de la «civilización», rodeados de monte a la derecha y a la izquierda y con la única compañía de un silencio infinito y un sol de justicia que extiende sus rayos sobre el verde valle que se contempla desde esta altura dotándole de luz y serenidad. Varias especies de animales se cruzan en nuestro recorrido, ardillas, liebres y lo más espectacular, ¡una serpiente de casi dos metros paseando bajo nuestros pies que surge de pronto y nos paraliza por un momento!, os podemos asegurar que el susto fue considerable. Aunque después de esta anécdota conseguimos continuar con normalidad, aunque eso si, con mucha más precaución. Nuestra travesía va llegando a su fin, una hermosa cantera de piedra brillante y rojiza surge delante nuestro indicándonos que nuestro objetivo está ya muy cerca. Allí, en lo más alto de la colina, escondido entre los matorrales parece estar aguardando nuestra llegada… lo hemos encontrado. La emoción que sentimos al ver el campamento es inmensa, contemplamos un retazo vivo de nuestra historia, allí anclada en el tiempo y dejándose ver tímidamente desde la llanura. Cerca de doscientos soldados permanecieron allí acuartelados durante prácticamente toda la batalla y asedio de Brunete, siendo un enclave vital para esta batalla en Julio de 1937. El acceso no es fácil y ascendemos con sumo cuidado por la empinada pendiente, lo que desde lejos nos parecía un pequeño emplazamiento se transforma de inmediato en todo un recinto militar compuesto de varios barracones de piedra muy bien conservados y un puesto de vigía desde el que se domina la zona del vértice de Llanos y el pueblo de Quijorna. Franco se veía seriamente amenazado y decidió instalarse en esta zona de Navalagamella para tener absolutamente toda esta zona bajo su absoluto control.
Este campamento no deja de darnos sorpresas pues entre los barracones, y las trincheras ya casi sepultadas por el paso de los años, de repente observamos algo que nos llama poderosamente la atención y que por un momento incluso nos hace dudar de sino estaremos teniendo algún tipo de alucinación colectiva, pero no amigos, ante nuestros ojos aparece una suerte de pequeña capilla de piedra casi destruida, avanzamos hacia ella llenos de entusiasmo para sorprendernos todavía más una vez la alcanzamos, en un lateral de sus muros, una placa esculpida con el emblema del yugo y la flechas, (símbolo de la Falange) nos muestra una inscripción reveladora «José Antonio Primo de Rivera, ¡Presente! 6-11-193… « el último número da la sensación de haber sido literalmente arrancado, o mejor dicho, como si lo hubieran «picoteado» con un punzón hasta destruirlo, a pesar de este detalle debemos resaltar una vez más que el estado de conservación es realmente increíble. Una vez que hemos situado ya todo el equipo, decidimos emprender las pruebas correspondientes, mediciones termométricas, posibles variaciones en campos electromagnéticos y como no una serie de pruebas parafónicas que una vez más nos sorprenden por sus resultados.
Sin duda estamos experimentando una gran emoción cargada de muchísimas sensaciones, pues es indescriptible imaginar que aquellos montes hoy invadidos por la tranquilidad, guarden tan celosamente una historia marcada de dolor y angustia como aquella que conocemos aconteció allí y protagonizada por más de 200 soldados que mal vivían en aquellos barracones que hoy contemplamos. Durante el tiempo en que efectuamos las distintas pruebas, nuestra curiosidad no deja de trabajar y según avanzamos por el perímetro del campamento encontramos todo tipo de restos de la época, latas de conserva, oxidados útiles de manutención y otros muchos que ya son de difícil apreciación. En cualquier caso amigos, nuestro viaje hasta aquí ha merecido la pena, sentir como la historia se apodera de cada paso que damos es una sensación única y maravillosa y los resultados obtenidos como podéis ver y escuchar son un auténtico éxito. Todavía nos quedan algunas cosas por descubrir del hermoso pueblo de Navalagamella, pero eso amigos, es otra historia… (continuará)
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