Cuenta la leyenda que la princesa católica Clotilde fue abandonada una noche del año 531 en medio de los bosques de Córcoles-Sacedón por su esposo el rey godo Amalarico, para que fuera devorada como castigo a su presunta infidelidad. La devoción de la princesa por la Virgen María, a la que no dejaba de orar, habría motivado que los mismos lejos de despedazarla, la hubieran desatado y alimentado hasta que pudo demostrar su inocencia y su esposo arrepentido, decidió construir una ermita. Un mínimo componente real parece alimentar la historia, ya que las crónicas de la época recogen los continuos malos tratos de los que era objeto Clotilde por parte de su marido y el desprecio que por ella sentía al no querer convertirse al arrianismo, siendo así que finalmente fue rescatada por su hermano Childeberto al que envió un pañuelo ensangrentado para que viniera a liberarla.
En efecto los miembros de Grupo Alpha recalamos en Córcoles en una espléndida mañana del mes de agosto tras una decepcionante visita previa a las ruinas de Santa María de Tendilla, dirigiéndonos con prontitud hacia el monasterio espoleados por las sugerentes historias que en torno al mismo habíamos documentado, y que nos hablaban sobre caballeros de la Orden de Calatrava, curaciones de enfermos y endemoniados, y procesos inquisitoriales por “brujería”.
En cualquier caso lo cierto es que efectivamente en torno a esas fechas se levantó una pequeña ermita sobre la que posteriormente (en torno al año 1140) se edificaría el que llego a ser el monasterio cisterciense más importe de Guadalajara; Monsalud, destino de nuestra última investigación.
Monsalud nos recibe con su “capilla nueva”, en la cual aparecen tallados San Bernardo, San Benito y un bonancible y barbudo Dios que sostiene el mundo en su mano derecha. Esta capilla al parecer fue construida en el S. XVII y la presencia de ambos santos en el frontispicio nos parece lógica. El primero por su vinculación con la orden del Cister, a la que perteneció Monsalud, y por el hecho de que su primer Abad (Fortun Donato), habría sido discípulo del Santo. El segundo, por su profunda vinculación en la lucha contra los “endemoniados” (San Benito es el Santo patrón de los exorcistas y su medallón desde 1641, aproximadamente, se utiliza en la práctica de los mismos), ya que Monsalud fue considerado hasta bien entrado el siglo XVIII “sanatorio contra la rabia, las melancolías de corazón y el mal de ojo” habiéndose relatado del mismo que “ hombres y mujeres que estaban poseídos de los demonios, entrando en el termino de este santo monasterio suelen hacer grandes extremos como quien no puede sufrir verse en tierra de la Madre de Dios”.
Desde la “capilla nueva” continuamos bordeando el muro hasta llegar a lo que debió de ser un patio en encontramos nuestra primera sorpresa. Unas escaleras de tierra conducen a lo que fue la bodega del monasterio. El acceso se encuentra vedado por una verja metálica no obstante lo cual comprobamos que el subterráneo consta de una sala central desde la que se abren varias galerías a derecha e izquierda. Posteriormente supimos que precisamente allí fue donde supuestamente Amalarico habría erigido la primigenia ermita. Documentamos fotográficamente la zona, efectuamos unas lecturas de temperaturas que demuestran un diferencial de 16 grados entre la superficie y la cripta (35.9 en el exterior frente a 20.3 en la cueva) y como de costumbre procedemos a efectuar un registro parafónico que tras ser posteriormente analizado nos ofreció un inquietante resultado ya que de forma tenue pero claramente discernible, parece escucharse el llanto o lamento de una voz infantil.
Tras terminar de rodear el perímetro del Monasterio y como quiera que la puerta principal se encontraba cerrada, accedemos al mismo a través del muro lateral de su fachada sur, avanzando a través de un largo corredor hoy al descubierto para alcanzar el claustro donde debían encontrarse las tumbas de dos de los Maestres de la Orden de Calatrava, Nuño Pérez de Quiñones y Sancho de Fontova. No conseguimos encontrarlas en esa localización pero si localizamos dos en el corredor que une el claustro con la sala capitular, pensamos que posiblemente se trate de la de los precitados ya que se encuentran en la zona interior del mismo y separadas de otro conjunto de tumbas que se sitúa en una galería abierta próxima a la entrada principal. Hay que tener en cuenta que esta documentada la presencia de Alfonso VIII en el año1177 en el Monasterio, a donde acudía a rezar y a descansar tras haber reconquistado la ciudad de Cuenca como territorio cristiano, lo que unido a la cercana ubicación del castillo de Zorita de los Canes reconquistado también por el monarca en el año 1169 y entregado en el 1174 a los calatravos, nos hacen pensar en que dichas tumbas son las que buscábamos.
Fotografiamos como de costumbre las mismas y dejamos la grabadora registrando encima de ellas. Ya de regreso confirmaríamos que habíamos obtenido algunas de las parafonías más impactantes en la historia de Grupo Alpha. Comprobareis como en una de ellas se escucha con claridad “nosferatus”, y en la otra el sonido del disparo de un rifle seguido de la apertura y cierre de su cerrojo. Podemos aseguraros que el silencio, durante toda nuestra visita había sido sepulcral.
Ultimado este punto avanzamos hasta la sala capitular y ascendemos a la planta superior, hoy en proceso de restauración y sobre la que se han extendido unas plataformas metálicas para permitir el trasiego de una parte a otra. Podéis imaginaros la sorpresa que nos llevamos cuando comprobamos que en otro de los registros obtenidos se escucha claramente “plataforma”.
Para concluir descendemos a lo que es la portada de acceso que como os indicábamos anteriormente se encuentra cerrada con una verja metálica, es allí donde encontramos la galería y el conjunto de tumbas así como parece apreciarse en un muro, de forma difusa la cruz de la Orden de Calatrava. Recordamos igualmente lo curioso que nos resultó encontrar una conexión del mismo con otro de los lugares visitados por este grupo, en concreto con Barahona de la brujas en Soria. En efecto Domingo Miras sitúa su obra “Las brujas de Barahona” en el Monasterio de Monsalud. Aunque se trata de una obra de ficción, la misma se basa en un hecho real cual lo fueron los juicios por brujería seguidos por el Tribunal de Cuenca (al que pertenecía el obispado de Sigüenza y la villa de Barahona que se encuadraba en esa diócesis), entre 1527 y 1530. Concretamente en el archivo municipal de Cuenca constan una serie de legajos documentando los juicios seguidos contra una serie de “brujas” de pueblos cercanos al territorio que hoy ocupan los pantanos de Entrepeñas y Buendía, quienes se “ayuntaban” con otras procedentes de levante y Aragón para celebrar aquelarres en los campos de Barahona. Dichas mujeres tras ser sometidas a tortura declararon que “andaban por las noches en búsqueda de niños para sacrificar”, “que se untaban ungüentos hechos con ajenjo, culebra, cera, pez y niño muerto para volar” y que “invocaban a Lucifer, bailando con él”. Que dichas mujeres fueron quemadas es cierto, pero no en Monsalud.
Terminamos la jornada y abandonamos el monasterio y las tierras alcarreñas. Pero no se trata de un adiós, sino de un hasta pronto, ya que las cercanas Zorita y Trillo quedan pendientes para una próxima visita.