“Ya tengo los cuerpos. Quiero que me digas dónde están las cabezas.”
Gidi (Thazdi Graz) a Micki (Rotem Keinan) en “Big bad wolves”
Francisco tenía un segundo lugar favorito para la comisión de sus crímenes. Una pequeña vaguada situada en la tapia trasera de la Iglesia de Santa Gema Galgani de la C/ Arturo Soria de Madrid, en la intersección con la parte superior de la Cuesta del Sagrado Corazón, donde también se refugiaba a veces para dormir. En la actualidad, ese lugar lo ocupa la embajada de un importante país de Oriente Medio, por lo que la capacidad que hemos tenido de realizar trabajo de campo en la zona se ha visto extremadamente limitada al estar restringido el acceso. Pues bien, en el descampado se ubicaba un pozo de aproximadamente unos 22 metros de altura a donde Francisco arrojaba sus víctimas. Si el cementerio era el lugar del “fuego” (allí quemó a Mario y a Víctor), el pozo era el lugar de “el sonido”. Al parecer le gustaba arrojar los cuerpos y esperar los tres segundos que tardaban en impactar contra el fondo para escuchar ese ruido Además en esta ubicación modificó su técnica, ya que añadió la evisceración, posiblemente para aligerar el peso de los cuerpos y poder transportarlos más fácilmente hasta el abismo. Aquí, aunque no fueron encontradas nunca, se presume que pudieran haber acabado las cabezas de Paula (la prostituta asesinada en San Fernando de Henares ) y de Mari la prostituta que mato en la calle García Noblejas (cuyo crimen os relataremos en el próximo capítulo) y en sus profundidades con seguridad se perdieron no menos de tres cadáveres. Respecto de las cabezas, subsiste la duda porque respecto de la primera de ellas nunca dio explicación clara de donde la abandonó solo dijo que la arrojó a la basura, en cuanto a la segunda, después de haberle acompañado metida en una bolsa de “el Corte Inglés” durante varios días, según sus palabras acabo siendo arrojada a este foso. La misma sin embargo nunca fue encontrada y si añadimos a ello la circunstancia de que el primer asesinato que ejecutó en las proximidades del pozo aconteció ya en 1990 (tres años más tarde de las primeras decapitaciones) nos hace pensar que cuando acometió sus primeros crímenes el asesino no conocía aún esta “guarida”, por lo que no está nada claro que este fuera el final de las cabezas.
(Iglesia de Santa Gema Galgani)
El segundo de los crímenes del pozo fue el séptimo cronológicamente hablando, aquí la víctima fue Mariano Torrecilla Estaire a quien decapitó, eviscero y apuñaló en la espalda. La fecha exacta de la comisión de este crimen tampoco pudo fijarse, determinándose que su comisión tuvo lugar en noviembre o diciembre de 1991. Francisco, que había conocido a Mariano “en una iglesia de la zona del parque de la avenidas” , le convenció para dirigirse a la parte trasera de santa gema Galgani, donde volvió a ingerir alcohol y pastillas de rohipnol que hicieron que volviera a sentir la fuerza irresistible que le obliga a matar. A Mariano “le golpeo de forma inopinada en la cabeza para posteriormente asestarle varias puñaladas en la espalda. Después le amputo un dedo para apoderarse de un anillo que este llevaba puesto, valorado en 21558 pesetas. Posteriormente le secciono la cabeza, extrajo del cuerpo varios órganos y vísceras con objeto de aligerar su peso y poder trasportarle más fácilmente al pozo, donde le arrojó
(Las portadas de muchos periódicos mostraron el momento en el que se extraían algunos de los cuerpos de las víctimas de Escalero)
La lista de crímenes que cometió en este escenario concluyó con el asesinato de su cómplice de fechorías Ángel Serrano, alias “el rubio” y fue el noveno en la cronología de muertes. Con Ángel, cuando menos había propiciado una fenomenal paliza a Ernesta de la Oca. De hecho si esta llegó a salvarse (como os vamos a contar más adelante) fue únicamente porque la dieron por muerta. Además, y aunque no llego a darse por acreditado, Escalero asumió como supuestamente con la colaboración de Ángel habría asesinado a una persona que se negó a darle dinero, concretamente se habría tratado de José Luis López López, de 29 años, cuyo cadáver fue hallado el 22 de abril de 1990 en el parque del Retiro, de Madrid. José Luis había sido panadero del pueblo lucense de Baleira, y tres meses antes de su muerte se había trasladado a Madrid en busca de trabajo, sin éxito, por lo que se vio obligado a recurrir a la mendicidad. Igualmente en compañía de Ángel (aunque también sin haberse dado por probado) habría asesinado a un travestí (Juan José Rescalbo, alias Sonia), que apareció asesinado a golpes en Barcelona el 6 de octubre de 1991 junto a un quiosco de música. Por la comisión de ese crimen se encausó a seis cabezas rapadas, nos parece posible que de alguna manera pudiera habérsele “sugerido” a Francisco que cargara con el mismo (para exonerar a los auténticamente culpables), ya que cuando se estaba investigando este hecho ya todo apuntaba a que Francisco sería declarado penalmente irresponsable por enfermedad mental. Para concluir, la asociación criminal Escalero-Serrano habría terminado con el asesinato de una anciana. Francisco declaro que la encontraron sentada en un banco de la Avenida de América «Era alta y con abrigo. Nos propuso ir a dormir a un coche abandonado”. De camino al vehículo, los tres habrían parado en el solar de la c/ Corazón de María, donde la manosearon. Después, García Escalero sintió la «fuerza interior», cogió una gran piedra y le machacó el cráneo y ambos mendigos habrían arrojado el cadáver a un terraplén próximo, aunque el cuerpo nunca fue encontrado. Este crimen tampoco llegó a darse por probado, pero la similitud con el episodio de agresión a Ernesta de la Oca, el haberse supuestamente realizado en el mismo escenario, y la inexistencia de “ganancias secundarias” para terceros, nos hace pensar que este si fue realmente cometido. En cualquier caso lo que si es cierto y quedó debidamente probado, es que asesino y asesinado dieron una fenomenal paliza a otra mendiga, tal y como os contamos.
(El pozo en la actualidad)
Ernesta de la Oca, única superviviente
La única superviviente a los crímenes de Escalero fue Ernesta de la Oca. El ataque a Ernesta presentó una doble anomalía en su historial homicida; fue la única víctima a la que atacó en compañía de un cómplice y fue la única que logró sobrevivir. Ernesta como el propio Escalero, era vagabunda y alcohólica, estando diagnosticada de esquizofrenia y obesidad crónica. El 8 de junio de 1993, tuvo la desgracia de coincidir con Escalero y Ángel Heredero en el Seven Eleven que por aquellas fechas se encontraba a la altura del número 18 de la Avenida de América, muy cerca del cruce con la calle Cartagena. Para los que no los hayáis conocido, los Seven Eleven en la década de los 80 eran el punto de avituallamiento para los que se veían obligados a comprar a deshora. El primer Seven Eleven se inauguró en España en 1987, y tuvieron una rápida expansión acaparando el 53% de los locales madrileños que permanecían abiertos las 24 horas llegándose a abrir hasta 58 establecimientos de este tipo. Sin embargo acabaron convirtiéndose en lugares conflictivos, se utilizaron como lugares de aprovisionamiento de bebidas alcohólicas cuando los bares cerraban y en sus proximidades proliferaban los conflictos: droga, reyertas y jaleos. El Grupo Vips y Repsol, accionistas de Seven Eleven España, abandonaron su inversión y aproximadamente en 1997 se cerraba el último de los Seven Eleven. La “ley anti-botellón”, del año 2002, acabaría definitivamente con estos establecimientos, llamados “de conveniencia”.
(Imagen de un 7-Eleven store in George Town, Penang, en España resulta imposible encontrar uno de estos locales en la actualidad foto de shankar s.)
Fue en este escenario que Francisco y Ángel abordaron a Ernesta, sacándola a rastras de la tienda. Poco hizo el guardia de seguridad a pesar de los gritos de ella, no quiso entrometerse en una pelea de mendigos, y menos aun cuando Francisco aseguraba que Ernesta era su esposa. Francisco y Ángel llevaron a la fuerza a Ernesta hasta un descampado sito frente al nº 5 de la c / Corazón de María (hoy allí encontramos un parque y el hotel Silken Puerta de América). En un banco que allí había y tras desnudarla procedieron a efectuarle tocamientos por todo el cuerpo y genitales, obligándola a que ella también les tocara para lo que se bajaron los pantalones. Tras ello, y al parecer espoleado por las palabras de Francisco que le dijo “puedes matarla si quieres”, Ángel la pateó y la agredió con una navaja en la cara. Finalmente Francisco (que otra vez había ingerido su explosivo cóctel de vino y pastillas) cogió una piedra y la golpeó la cabeza tratando de acabar con su vida. Ernesta perdió el conocimiento, por lo que Francisco y Ángel decidieron abandonar el lugar al créela muerta. Tres años después de los hechos Ernesta comparecía en el juicio con las cicatrices de un rostro cosido a navajazos y espantada por tener que volver a ver al demonio que ella conocía como “El barbas”. «No me dejaban. Me tocaban como en un juego de imaginación. Les movía como una potencia». «Si quieres matarla, mátala«, recuerda Ernesta que le dijo Escalero a Ángel mientras fumaba un cigarrillo y contemplaba la tortura. Las contestaciones de Escalero a las preguntas del fiscal, sin embargo fueron mucho más prosaicas. Se limitó a culpar a su compañero de fechorías, y posterior víctima, de la comisión de los hechos. Os acompañamos un vídeo del lugar donde ocurrieron los hechos. Actualmente en lo que fuera el descampado, encontramos un parque y el hotel Silken Puerta de América. Como ya os contábamos al hablaros de los crímenes del pozo, precisamente al explicaros el asesinato de Ángel, su compañero de fechorías, pensamos que en esta ubicación pudiera haber asesinado a otra indigente, de la que solo dijo recordar “que era alta y con abrigo”
Pero Escalero era cualquier cosa menos un sentimental , la noche del 29 de julio de 1993 decidió acabar con casi 7 años de asociación criminal reventando de una pedrada la cabeza de su compañero de fechorías para después prender fuego a su cadáver incendiando las mantas y papeles que encontró al lado del pozo, adonde arrojó también los restos. A Francisco le preguntaron por qué había matado a su compañero Ángel, si habían discutido o habían tenido algún tipo de problema entre ellos. Esta fue su respuesta:
-¿Tú no odias? -No, odiar nunca. -¿Tú, a la persona que matabas, no la odiabas? -No la odiaba, me llevaba muy bien, pero eso no sé cómo lo hacía. Creo que nunca lo comprenderé.-“
Nos despedimos ya en espera de la cuarta parte, en la que terminaremos de contar el peregrinaje criminal de Francisco por Madrid, amparado en la impunidad que le daba el hecho de ser un “invisible”, un marginado social pasaba por ello desapercibido. Nos esperan pasos subterráneos, el cementerio de Carabanchel, una zona residencial del barrio de Hortaleza y la tapia de unas bodegas cercanas, otra vez, a una vía del tren. Os esperamos con la cuarta parte “el resto de los crímenes del matamendigos”