“Ante todo hay que tener clara la distinción entre desorden mental y pecado. En el mal moral una persona opta por hacer el mal. En la patología mental la capacidad de raciocinio se ve alterada y la mente llega a conclusiones erróneas. La distinción entre ambas realidades es nítida y clara, pero el problema comienza cuando el mal, llevado a sus peores extremos, acaba por deformar a la razón. La razón se ve lentamente deformada por la voluntad hasta que al final los razonamientos de la mente están oscurecidos y degradados. La persona acaba firmemente convencida de que está haciendo lo que debe, o de que es inocente”
“La enfermedad de desdoblamiento de personalidad tiene una causa natural, la posesión tiene su causa en el Diablo”
“Mucha gente me pregunta si los asesinos en serie no estarán en realidad posesos. La respuesta es sencilla, unos son meros enfermos, los menos pueden estar posesos y otros ni están enfermos, ni están posesos”
José Antonio Fortea Cucurull “Tratado de demonología, manual de exorcistas”
El asesino del cementerio
Tras la visita que realizamos el pasado 26 de diciembre de 2014 al cementerio de la Almudena, comenzamos a dar vueltas a la idea de abordar un reportaje sobre la ruta de los asesinatos del llamado “matamendigos”. Cierto es que la intención inicial de abordar una “ruta” vinculada a los crímenes de un asesino en serie se había forjado sobre el clásico del destripador de Londres, pero mientras la oportunidad de viajar al Reino Unido se nos presentaba nos decantamos con la propuesta que os presentamos ahora en un formato mixto de texto y audio que esperamos sea de vuestro agrado. Somos conscientes de que la historia de Francisco García Escalero ha sido relatada en muchas ocasiones, la novedad que pretendemos aportar con nuestro trabajo es una visión combinada de los hechos con un trabajo de campo efectuado en los lugares vinculados a la historia de este serial killer. Para ello, nos hemos basado esencialmente en el relato de hechos fijado por la Sentencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Madrid de 27 de febrero de 1996, ( Sentencia 111/1996, Sumario 2/94, Ponente Dª María Luz Lourdes Sanz Calvo) cuyo encabezamiento es el que sigue:
“El procesado, Manuel Francisco García Escalero, en fechas no exactamente determinadas y que se comprenden aproximadamente entre los meses de agosto de 1987 y septiembre de 1993, llevo a cabo en esta capital los hechos siguientes” Sabemos que cualquier sentencia únicamente acaba fijando lo que se llama una “verdad formal”, muchas veces incompleta ya que debe circunscribirse a lo que ha podido darse por probado tras el proceso judicial. La “verdad material” puede ser distinta y así parece ser también en este caso, ya que aunque en la misma se dio por acreditado que el “matamendigos” fue autor de 10 asesinatos consumados, otro de asesinato en grado de frustración (se le juzgó conforme al Código Penal del año 1973) y otro de rapto en concurso con agresión sexual, el propio Escalero se confesó autor de 15 crímenes y se sospecha que pudiera haber cometido bastantes más. Aunque en la sentencia se fija que los hechos se circunscribieron a un periodo de 6 años, su perfil de “asesino en serie desorganizado” lleva a pensar que debieron existir otros hechos que nunca llegaran a conocerse. La irregularidad con la que ejecutaba sus actos (entre la tercera y cuarta víctima transcurrió más de un año, mientras que entre la cuarta y la quinta no llegaron a pasar dos meses), unido a que sus víctimas pertenecían a las clases sociales más desfavorecidas (mendigos y prostitutas) por lo que sus cuerpos o desapariciones no eran reclamados, junto a la falta de un estándar en la ejecución de sus actos (decapitaciones, evisceraciones, amputaciones y violaciones post mortem) dificultaron inmensamente la investigación y su captura y el único punto en común que se encontró en todos ellos, fue su tendencia a prender fuego a los cadáveres. De hecho, si los crímenes fueron esclarecidos ello fue única y exclusivamente por la confesión que de los mismos hizo el propio Francisco. La policía comenzó a sospechar que pudiera ser responsable de la muerte de un compañero (Víctor Luis Criado), con el que se había fugado del hospital psiquiátrico Alonso Vega (hoy Hospital Rodríguez Lafora) el 9 de septiembre de 1993. En diciembre de ese mismo año, las voces que dice escuchar le inducen a suicidarse y Escalero se arroja delante de un coche pero sólo se fractura una pierna. Una vez en el hospital, confiesa sus crímenes a las enfermeras y les suplica que le detengan porque no quiere seguir matando. La mañana del 22 de diciembre de 1993, el abogado Ramón Carrero entró en la enfermería de la cárcel de Carabanchel donde esperaban un psiquiatra y dos inspectores del Grupo de Homicidios. Francisco comienza su relato y “el matamendigos” sale a la luz.
(Imagen de Fco Garcia Escalero, «el matamendigos»)
Para realizar nuestra investigación hemos visitado los escenarios descritos en la sentencia, asumiendo que fueron ejecutados tal y como se describen en la misma y dando por válida la justificación que en sus fundamentos de derecho efectúa, indicando que para tenerlos como probados, se basó en “el testimonio sincero del encausado, sin vanagloriarse, sin posibilidad de distorsión y narrando fríamente los hechos”, lo que se vio corroborado con “el dato objetivo que supuso la aparición de los cadáveres en el lugar indicado por el procesado” acompañándose además “por la correlación de los mecanismos de causación confesados con los informes de autopsia.” Francisco Escalero fue absuelto por aplicación de la eximente completa de enajenación mental. Se dio por veraz que se trataba de un psicótico con trastornos de la percepción que le hacían escuchar voces, trastorno que se veía potenciado por su alcoholismo crónico (llegaba a beber 5 litros de vino al día) y por su adicción al rohypnol (El Rohypnol es un psicofármaco cuyo efecto es deprimir el sistema nervioso central con propiedades amnésicas y de enlentecimiento psicomotor). Sufría además de trastorno de inclinación sexual (necrofilia) y también se tuvo en cuenta su profundo desarraigo social al ser un mendigo que pedía, como os contaremos y enseñaremos, en la puerta de las iglesias. Se le sometió a la medida de internamiento en el centro Psiquiátrico penitenciario cerrado de Fontcalent (Alicante), en el módulo 2, en donde permaneció hasta su muerte que tuvo lugar un martes por la noche el 19 de agosto de 2014. Mientras estuvo internado, permaneció sorprendentemente tranquilo, aunque siempre mostro un perfil “hueco”, con un nivel ínfimo de empatía, como si no tuviera alma. Durante este periodo el periodista Jesús Quintero lo entrevisto el año 2007 en su programa “Cuerda de presos” (Antena 3), Podéis comprobar como con escalofriante serenidad narra cómo “a uno le saque el corazón, me dio por ahí”. Después de escucharla no podemos sino volver a reflexionar sobre las palabras del padre Fortea con las que abríamos este artículo.
El “hijo del cementerio” (el asesinato de San Fernando de Henares ¿Culpable o inocente?)
Las visitas al cementerio se convirtieron en su principal diversión, junto con las que efectuaba a las edificaciones en ruinas en las que se escondía para observar a las parejas que acudían a la zona en búsqueda de intimidad. Al parecer se masturbaba compulsivamente y poco a poco su mente comenzó a degradarse con las imágenes en las que mezclaba sexo y muerte. A los 14 años se fuga de casa subsistiendo desde ese momento a base de pequeños robos y de su único trabajo conocido, como repartidor, hasta que en 1973 con la edad de diecinueve años robo un ciclomotor, siendo detenido por ello e ingresando en un correccional. Así comenzaba su particular descenso a los infiernos…
En esta tesitura, el primer asesinato estaba al caer. El miércoles 19 de Agosto de 1987 y con un calor de justicia que alcanzaba los 35 grados de temperatura los vigilantes jurados del Polígono Industrial de San Fernando De Henares percibieron un olor nauseabundo que procedía de la c/ Picos de Europa. La pestilencia procedía de un bulto que se encontraba junto a las vías del tren, cuando se acercaron y procedieron a removerlo se encontraron con un cuerpo humano en avanzado estado de descomposición al que le faltaba la cabeza. Al lugar acudieron inmediatamente fuerzas de la 112ª Comandancia de la Guardia Civil comprobando que el cuerpo sin vida, correspondiente a una mujer que aparentaba unos 30 años, estaba envuelto parcialmente en una bolsa de plástico de unos grandes almacenes y en una manta de cuadros. Posteriormente se llegó a conocer que su asesinato se había producido 7 días antes.
A la decapitada se la encontró descalza, vestida con un pantalón muy ajustado de punto rojo y unas medias de malla, lo que, unido a que no llevaba ropa interior, hizo que las investigaciones sobre su posible identidad se centraran en la de que fuera alguna prostituta de los múltiples locales de alterne existentes en Alcalá de Henares y sus proximidades. El asesino había enrollado un trapo en la mano derecha de la víctima y después lo había prendido fuego con objeto de quemarla los dedos para evitar su identificación dejando como única pista inicial para tratar de conocer su personalidad la de una pulsera de cuero, con incrustaciones metálicas, que tenía anudada en uno de sus tobillos y una cicatriz en el abdomen que parecía corresponderse con una operación de cesárea. La pista fue buena, a la víctima esa pulsera se la había regalado una sobrina con la que convivía, esta circunstancia unida al hecho de que su hermana denunció su desaparición en cuanto leyó la noticia de que se había encontrado a una prostituta asesinada, permitieron finalmente que se la identificara, se trataba de María Paula Martínez Rodríguez, de 30 años, viuda, madre de tres hijos, con domicilio en el barrio de Vallecas. Paula llevó una vida normal hasta que en 1982 falleció su marido en un accidente de coche. A raíz de la muerte de su marido, comenzó su adicción al caballo y empezó a trabajar como prostituta. La joven, que era conocida por los alias de Meli y Ana, estuvo empleada en clubes de Torrejón y Coslada, hasta que su estado físico comenzó a deteriorarse (sus propios familiares señalaban que «Estaba en los huesos y sólo trabajaba para conseguir droga») por lo que empezó ejercer la prostitución callejera en la Gran Vía y Capitán Haya. Lo último que se supo de ella fue precisamente que salió de su casa el día 12 de agosto de1987, alrededor de las once de la noche para encontrar la muerte salvajemente asesinada.
Las investigaciones iniciales apuntaron a un posible ajuste de cuentas por deudas de droga. Posteriormente la busqueda se centró en un pariente de Maria Paula, relacionado con el mundo de la prostitución que trabajaba como chófer al servicio de un matrimonio domiciliado en un chalé cercano a la calle de Arturo Soria ya que los investigadores que se encargaban del caso vieron que entre las herramientas del chalé faltaba un hacha y que en el jardín había cenizas y restos de una fogata. El sospechoso fue arrestado y puesto a disposición del Juzgado de Instrucción número 3 de Alcalá de Henares, pero como quiera que en los análisis de las cenizas no se hallaron restos humanos, el juez decidió dejar en libertad al detenido. La investigación quedo en vía muerta, hasta que mucho tiempo después, concretamente el 24 de enero de 1994, Francisco García Escalero, que ya había sido capturado, dio la sorpresa al atribuirse la autoría de este crimen. Antes de seguir el relato debemos de recordaros que este es uno de los 4 crímenes confesados por el matamendigos cuya autoría no fue dada por probada por la Audiencia. Si bien es cierto en los otros 3 se aprecian razones de incredibilidad, la comisión de este sí que pudo corresponder a Escalero. Francisco situó este crimen en el año 1992, (al igual que los otros tres de los que se confesó culpable en su ampliación de declaración), según él habría recogido a Paula en un Seat 124 robado. Al negarse la misma a mantener relaciones sexuales, la mató para acabar cortándole la cabeza que habría arrojado a un pozo o a la basura. (Aunque nunca consiguieron encontrarla). En su declaración explicaba: “No sé si estaba en un sueño o algo que me pasó por la cabeza. No recuerdo mucho. La cogí en la Castellana y luego la maté y le corté la cabeza-» Sin embargo, lo último que averiguó la policía en relación con la muerte de María Paula es que unas horas antes estuvo con un representante comercial en un motel de la carretera de Barajas. La distancia para haber vuelto desde esa zona hasta Capitán Haya donde habría coincidido con Francisco se antojó excesiva, las circunstancias espaciotemporales no terminaron de cuadrar, el cadáver aparece relativamente cerca del motel y el hecho de haberse auto inculpado del mismo junto con otros tres de aún más dudosa autoría fueron determinantes para que los magistrados de la Audiencia decidieran no dar por probado que Francisco hubiera cometido el crimen, aunque son muchos quienes piensan que este fue su primer asesinato.
“Crónicas de la España negra” , Mar Piquer, Editorial Susaeta
“El hombre lobo y otras bestias”, (Psicópatas, mujeres diabólicas y otros monstruos del crimen) Francisco Pérez Abellán, editorial Nowtilus
“Siete crímenes casi perfectos” ; Rafael Reig, David Torres , Angel García Collantes , Beatriz de Vicente; Editorial Random House Mondadori
Diario el País , edición del 29 de agosto de 1987, crónica de Amelia Castilla
Diario el País, edición de 25 de enero de 1994, crónica de Jan Martínez Ahrens
Diario El País, edición de 27 de abríl de 1995, crónica de Jan Martínez Ahrens
Diario El País, edición de 17 de Agosto de 2008, Reportaje “El hijo del cementerio”, Jerónimo Andreu
“de tu presencia me esconderé, y seré vagabundo y extranjero en la tierra” (Génesis 4,14)
El 17 de agosto de 2008, Jerónimo Andreu escribía para “El País” un artículo en el que con mínimas palabras definía a la perfección a Francisco García Escalero, llamándole “el hijo del cementerio”. Francisco nació el 24 de mayo de 1954 en el desaparecido hospital “El cisne” de Madrid, siendo el segundo y último hijo una familia muy humilde y creció a unos 200 metros del cementerio de la Almudena, en un chamizo a la altura del actual número 36 de la calle Marcelino Roa Vazquez donde tenía su hogar (lugar que por supuesto hemos visitado y que ahora ocupa una pequeña zapatería llamada “calzados Chiqui-Tin”). Su padre, de profesión albañil le golpeaba salvajemente con frecuencia, incapaz de entender el culto a la muerte de su hijo, sus paseos de madrugada por el camposanto, los cortes que se auto infligía o su afición a arrojarse ante los coches. Más de una noche la pasó, para evitar el castigo de su padre, dentro de un nicho, donde se tumbaba como si de un muerto se tratara. Francisco acudió por poco tiempo a la escuela pública de la c/ Emilio Ferrari pero muy pronto abandono los estudios (apenas si aprendió a leer y escribir), lo que contribuyo aún más a su aislamiento y desestructuración social. Antes de seguir con el relato os dejamos aquí un par de fotos del lugar en donde debió encontrase su casa, así como el resultado de las psicofonías grabadas en dicha ubicación. También os acompañamos una breve reseña en audio que grabamos en la puerta del número 36 de la calle Marcelino Roa Vázquez y como curiosidad la inclusión parafónica que nos sorprendió al editar el audio en la que se escucha “Marta” A nosotros el trayecto desde ese punto hasta el cementerio nos pareció que superaba ampliamente los 200 metros. No obstante debemos recordar que estamos hablando de principios de la década de los 60, momento en el cual la zona era prácticamente un arrabal de chabolas lo que permitiría acortar el trayecto al no tener que callejear.
PARA ESCUCHAR LA PSICOFONÍA PULSAR AQUÍ
Las visitas al cementerio se convirtieron en su principal diversión, junto con las que efectuaba a las edificaciones en ruinas en las que se escondía para observar a las parejas que acudían a la zona en búsqueda de intimidad. Al parecer se masturbaba compulsivamente y poco a poco su mente comenzó a degradarse con las imágenes en las que mezclaba sexo y muerte. A los 14 años se fuga de casa subsistiendo desde ese momento a base de pequeños robos y de su único trabajo conocido, como repartidor, hasta que en 1973 con la edad de diecinueve años robo un ciclomotor, siendo detenido por ello e ingresando en un correccional. Así comenzaba su particular descenso a los infiernos…
En 1975, con veintiún años de edad y en compañía de otras dos personas a las que posiblemente conoció durante su estancia en el centro de reforma abordan a una pareja en la Avenida de Daroca (la cuesta de bajada hacia el cementerio). Inicialmente la idea debió ser el atraco pero acaban los tres violando a la mujer mientras obligan al hombre a presenciar la atrocidad. Por estos hechos es condenado a 60 años de prisión de los que acabará cumpliendo 12, (recordemos que el artículo 100 del antiguo Código Penal de 1973 permitía la redención de pena por trabajo, aplicándose también para el cómputo del acceso a la libertad condicional) pasando por las penitenciarías de Ocaña, Cáceres, El Dueso y Alcalá Meco y fue en este periodo que se tatuó los dedos con filigranas chinas y el brazo con una tumba azul en cuya lápida rezaba el epitafio “naciste para sufrir”. Cuando sale de la prisión lo hace totalmente desubicado, inicialmente trata de convertirse en camionero pero su poca educación le impide obtener el carnet de conducir, por lo que acaba recurriendo a la mendicidad. Comienza a beber (no menos de dos litros de vino al día cantidad que van ascendiendo para alcanzar los cinco) y a ingerir sustancias psicotrópicas (el ya citado rohypnol). Su mente empieza a fragmentarse y aparecen los primeros brotes psicóticos. El propio Francisco lo relata de forma estremecedora.
-«Iba por la calle como si no existiese, no chocaba con la gente, era como si no tuviera cuerpo. Me miraba a los espejos como si no fuera yo, no me reconocía. Llegué a pensar que podría ser un espíritu, otra persona que se había metido en mí. Oía voces interiores, me llamaban, que hiciera cosas, cosas raras, que tenía que matar, que tenía que ir a los cementerios»-.
En el año 1985 fallece su padre, hecho este que de forma contraria a lo que pudiera pensarse hace que empeore su situación. Agrede a quien trata de ofrecerle limosna (les devuelve las monedas arrojándoselas a la cara), llega a abofetear a una joven que trato de ayudarle en la puerta de la Iglesia del Cristo del Amparo, Convento de las Carmelitas Descalzas (c/General Aranaz 58, Madrid) y es capaz de propiciar tremendas palizas a sus compañeros por no compartir un cartón de vino. Cuando D. José Paz Párroco de la Iglesia, acudió para expulsarle de la misma porque asustaba a los feligreses, su contestación fue “os voy a matar a todos”.
(El cementerio de La Almudena se convirtió en testigo mudo de alguna de las peores atrocidades de este asesino)
En esta tesitura, el primer asesinato estaba al caer. El miércoles 19 de Agosto de 1987 y con un calor de justicia que alcanzaba los 35 grados de temperatura los vigilantes jurados del Polígono Industrial de San Fernando De Henares percibieron un olor nauseabundo que procedía de la c/ Picos de Europa. La pestilencia procedía de un bulto que se encontraba junto a las vías del tren, cuando se acercaron y procedieron a removerlo se encontraron con un cuerpo humano en avanzado estado de descomposición al que le faltaba la cabeza. Al lugar acudieron inmediatamente fuerzas de la 112ª Comandancia de la Guardia Civil comprobando que el cuerpo sin vida, correspondiente a una mujer que aparentaba unos 30 años, estaba envuelto parcialmente en una bolsa de plástico de unos grandes almacenes y en una manta de cuadros. Posteriormente se llegó a conocer que su asesinato se había producido 7 días antes.
PARA ESCUCHAR LA PSICOFONÍA QUE APARECIÓ DURANTE LA GRABACIÓN DE ESTE VÍDEO PULSA AQUÍ
A la decapitada se la encontró descalza, vestida con un pantalón muy ajustado de punto rojo y unas medias de malla, lo que, unido a que no llevaba ropa interior, hizo que las investigaciones sobre su posible identidad se centraran en la de que fuera alguna prostituta de los múltiples locales de alterne existentes en Alcalá de Henares y sus proximidades. El asesino había enrollado un trapo en la mano derecha de la víctima y después lo había prendido fuego con objeto de quemarla los dedos para evitar su identificación dejando como única pista inicial para tratar de conocer su personalidad la de una pulsera de cuero, con incrustaciones metálicas, que tenía anudada en uno de sus tobillos y una cicatriz en el abdomen que parecía corresponderse con una operación de cesárea. La pista fue buena, a la víctima esa pulsera se la había regalado una sobrina con la que convivía, esta circunstancia unida al hecho de que su hermana denunció su desaparición en cuanto leyó la noticia de que se había encontrado a una prostituta asesinada, permitieron finalmente que se la identificara, se trataba de María Paula Martínez Rodríguez, de 30 años, viuda, madre de tres hijos, con domicilio en el barrio de Vallecas. Paula llevó una vida normal hasta que en 1982 falleció su marido en un accidente de coche. A raíz de la muerte de su marido, comenzó su adicción al caballo y empezó a trabajar como prostituta. La joven, que era conocida por los alias de Meli y Ana, estuvo empleada en clubes de Torrejón y Coslada, hasta que su estado físico comenzó a deteriorarse (sus propios familiares señalaban que «Estaba en los huesos y sólo trabajaba para conseguir droga») por lo que empezó ejercer la prostitución callejera en la Gran Vía y Capitán Haya. Lo último que se supo de ella fue precisamente que salió de su casa el día 12 de agosto de1987, alrededor de las once de la noche para encontrar la muerte salvajemente asesinada.
Las investigaciones iniciales apuntaron a un posible ajuste de cuentas por deudas de droga. Posteriormente la busqueda se centró en un pariente de Maria Paula, relacionado con el mundo de la prostitución que trabajaba como chófer al servicio de un matrimonio domiciliado en un chalé cercano a la calle de Arturo Soria ya que los investigadores que se encargaban del caso vieron que entre las herramientas del chalé faltaba un hacha y que en el jardín había cenizas y restos de una fogata. El sospechoso fue arrestado y puesto a disposición del Juzgado de Instrucción número 3 de Alcalá de Henares, pero como quiera que en los análisis de las cenizas no se hallaron restos humanos, el juez decidió dejar en libertad al detenido. La investigación quedo en vía muerta, hasta que mucho tiempo después, concretamente el 24 de enero de 1994, Francisco García Escalero, que ya había sido capturado, dio la sorpresa al atribuirse la autoría de este crimen. Antes de seguir el relato debemos de recordaros que este es uno de los 4 crímenes confesados por el matamendigos cuya autoría no fue dada por probada por la Audiencia. Si bien es cierto en los otros 3 se aprecian razones de incredibilidad, la comisión de este sí que pudo corresponder a Escalero. Francisco situó este crimen en el año 1992, (al igual que los otros tres de los que se confesó culpable en su ampliación de declaración), según él habría recogido a Paula en un Seat 124 robado. Al negarse la misma a mantener relaciones sexuales, la mató para acabar cortándole la cabeza que habría arrojado a un pozo o a la basura. (Aunque nunca consiguieron encontrarla). En su declaración explicaba: “No sé si estaba en un sueño o algo que me pasó por la cabeza. No recuerdo mucho. La cogí en la Castellana y luego la maté y le corté la cabeza-» Sin embargo, lo último que averiguó la policía en relación con la muerte de María Paula es que unas horas antes estuvo con un representante comercial en un motel de la carretera de Barajas. La distancia para haber vuelto desde esa zona hasta Capitán Haya donde habría coincidido con Francisco se antojó excesiva, las circunstancias espaciotemporales no terminaron de cuadrar, el cadáver aparece relativamente cerca del motel y el hecho de haberse auto inculpado del mismo junto con otros tres de aún más dudosa autoría fueron determinantes para que los magistrados de la Audiencia decidieran no dar por probado que Francisco hubiera cometido el crimen, aunque son muchos quienes piensan que este fue su primer asesinato.
NOTA DEL AUTOR: Para que podáis situaros, especialmente todos los que no residís en Madrid, os dejamos un video de la zona de Capitán Haya que grabamos el mes de junio de 2015, así como un reportaje fotográfico y vídeo de la C/ Picos de Europa de San Fernando de Henares, donde apareció el cadáver de Paula, y los resultados de las grabaciones efectuadas. En esta ocasión, el análisis de la grabación también nos ha devuelto un único resultado, aunque eso sí, impactante. Mientras narrábamos la forma en que sucedió el crimen, se escucha una voz femenina que dice “ya ves” y que por el tono pudiera corresponder a una mujer joven, de la edad de la asesinada. Juzgad vosotros mismos-
EN EL PRÓXIMO CAPÍTULO…
Bibliografía :
Sentencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Madrid de 27 de febrero de 1996, (Sentencia 111/1996, Sumario 2/94, Ponente Dª Maria Luz Lourdes Sanz Calvo).
“Crónicas de la España negra” , Mar Piquer, Editorial Susaeta
“El hombre lobo y otras bestias”, (Psicópatas, mujeres diabólicas y otros monstruos del crimen) Francisco Pérez Abellán, editorial Nowtilus
“Siete crímenes casi perfectos” ; Rafael Reig, David Torres , Angel García Collantes , Beatriz de Vicente; Editorial Random House Mondadori
Diario el País , edición del 29 de agosto de 1987, crónica de Amelia Castilla
Diario el País, edición de 25 de enero de 1994, crónica de Jan Martínez Ahrens
Diario El País, edición de 27 de abríl de 1995, crónica de Jan Martínez Ahrens
Diario El País, edición de 17 de Agosto de 2008, Reportaje “El hijo del cementerio”, Jerónimo Andreu