A tan solo 49km de distancia de Zaragoza, se encuentra ubicada la que sin duda es una de las catedrales del misterio de nuestro país. El pueblo viejo de Belchite, el pueblo olvidado… surgido hace más de dos mil años, en época de los romanos, fue salvajemente destruido en agosto de 1937. La villa y su entorno se convirtieron entonces en el trágico escenario previo a una de las principales batallas de nuestra guerra civil, la batalla del Ebro, que tuvo lugar tan solo un año después de los acontecimientos acaecidos aquí. Nacionales y Republicanos lucharon encarnizadamente por hacerse con el control de este territorio, más de 6000 combatientes muertos y la práctica destrucción de este pueblo milenario son hoy el único testigo que nos queda de la barbarie que allí se desató. Con el espíritu que nos caracteriza hemos querido visitar este enclave lleno de historia y leyendas para descubrirlo con vosotros, para que todos paseemos por las silenciosas calles del antiguo pueblo de Belchite donde ya no rondan zagales y todo lo que nos queda hoy, es el sonido del viento aragonés que parece querer desvelarnos cada uno de sus secretos. Este es amigos el resultado de este trabajo de campo, este es nuestro humilde testimonio, nuestro sincero y pequeño homenaje a todas las gentes de Belchite.
Cuaderno de campo:
Abril 2011, 00:45 horas. Acabamos de llegar, aparcamos el coche y descendemos bien abrigados pues hace bastante frío, alzamos la vista al cielo está completamente raso, no hay luna que nos ilumine pero sí infinidad de estrellas que serán testigos de nuestra andadura. La noche está serena y silenciosa, casi sepulcral, preparamos el equipo comprobando que todo el material está a punto para captar una parte de la historia que nos espera unos metros más adelante, al momento llega otro vehículo que se sitúa justo al lado nuestro, de él sale un grupo de personas a las que todavía no conocemos, pero que pronto se convertirán en compañeros de esta inolvidable andadura
01:15 horas. Ante nuestros ojos está la tristeza, la destrucción y como no el misterio. Un pueblo postergado en el tiempo, condenado a permanecer en la más absoluta soledad, una villa milenaria que la historia de España ya no quiere recordar. «La desolación», eso es lo primero que cualquiera que se adentre en este lugar sentirá por primera vez. Comenzamos nuestro periplo dejando a nuestra espalda el siglo XXI tranquilo e impasible, atravesamos el umbral coronado por dos cancelas enormes de hierro casi descolgadas. El terreno no es fácil, los setenta y cuatro años transcurridos en esas calles y casas han dibujado figuras asombrosas, un paisaje espectral donde las piedras se amontonan y crujen bajo nuestros pies rompiendo el reposo y la amargura que al mismo tiempo nos transmiten sus muros, resulta espeluznante imaginar que en otro tiempo, no hace demasiado, hubo alegría y paz por las calles de Belchite. Paseamos con sigilo porque cada pared y cada piedra parecen observarnos lo mismo que nosotros a ellas, las sensaciones van aflorando a medida que avanzamos y nos estamos dando cuenta de que poco a poco, la intranquilidad se está apoderando del grupo, las sensaciones son cada vez más intensas y algunos de nuestros aparatos comienzan a dar los primeros «síntomas» de que allí no estamos solos. En más de una ocasión giramos la vista con la sensación inequívoca de que algo o alguien se desplaza detrás nuestro.
Hacemos una parada antes de llegar a lo que en su día fue un cruce de calles. ¡De pronto nos topamos con la primera sorpresa! Desde la fachada de uno de los edificios cercanos que parece casi mantenerse en equilibrio, nos ha parecido escuchar tres golpes, no somos capaces de articular palabra, todos estamos juntos y no puede haber sido ninguno de nosotros, de nuevo volvemos a oír esos tres golpes, secos, rápidos. Es entonces cuando un miembro del grupo, Dani, saca unas cuantas fotos de ese muro ya que según le susurro a él en ese mismo momento, Clara y yo misma, intuimos allí algún tipo de presencia. El nerviosismo de dos de las personas «sensibles» que forman parte del grupo se manifiesta evidente, ambas comienzan a sentirse «extrañas». La temperatura es más gélida que hace apenas unos segundos pues nuestros termómetros acaban de registrar un descenso de casi seis grados, no hay duda, no estamos solos, un remolino de polvo se forma entonces por unos segundos justo frente a todos nosotros, como presagiando que algo va a suceder… Al analizar las fotos que tomamos en ese lugar nuestra sorpresa resulta ser mayúscula, pues justo sobre esa pared, aparece la teleplastia de un rostro humano, barbudo, que como vosotros mismos podéis comprobar ciertamente no necesita de ningún comentario:
Desde ese momento todo es diferente, la serenidad no es la misma, el ambiente parece distinto y a medida que avanzamos hacia el corazón del pueblo las sensaciones parecen acrecentarse, de pronto a nuestra derecha descubrimos un remanso de «tranquilidad». Se trata de el cementerio restaurado y perfectamente conservado donde se ubica la fosa común que proporciona el descanso eterno a los cuerpos de aquellos que pudieron ser recuperados de las ruinas de Belchite. Este lugar nos proporciona por un momento una paz espiritual que sinceramente nos está haciendo falta, los miembros del grupo guardamos unos respetuosos minutos de silencio para honrar la memoria de aquellos que allí reposan.
Después de este paréntesis y con la energía ya más cargada, volvemos a la calle Mayor y no muy lejos de nosotros, apenas a doscientos metros de donde nos encontramos ahora, avistamos una figura alargada y sombría que parece dominar la oscuridad… La Torre del Reloj, otro de los lugares clave de nuestro recorrido. De estilo mudéjar, data de finales del siglo XV, apenas se aprecia ya su hermosura pues el castigo de las bombas ha borrado las huellas de su construcción. La Torre del Reloj es lo que queda de la antigua iglesia de San Juan, que fue desacralizada para colocar el reloj que marcaría las horas del pueblo hasta su destrucción en la Guerra Civil. No obstante, alguno de nosotros nos atrevemos a entrar en sus entrañas, aunque con poco éxito, ya que cuando apenas hemos ascendido a la primera planta comprobamos que el estado en el que se encuentra es ciertamente inestable y el riesgo de derrumbe es más que probable por lo que decidimos descender con prontitud y suma precaución. Una vez de nuevo en el exterior, la luna que es caprichosa y que no se ha dejado ver hasta ahora, alumbra para nosotros esta atalaya haciéndola, ahora si, todavía más bella, recobrando de algún modo su más primitivo esplendor
A medida que avanzamos las sensaciones se hacen más intensas, la temperatura parece caer en picado y el frío cada vez es más intenso. Al llegar frente a un muro situado en la calle Mayor, la intranquilidad, el desasosiego y un malestar general se apodera de tres personas del equipo, no estamos cómodos, para nada, a la izquierda, nuestra vista no percibe lo que el objetivo de la cámara ha captado…
Como podéis observar en la fotografía que os mostramos aquí, en la parte inferior izquierda aparece una suerte de «neblina» o sombra negra, para la que todavía no tenemos una explicación, al menos, no una que pueda aclarar al 100% el origen de dicha sombra. Como es nuestra costumbre, hemos remitido la imagen para su análisis a personas ajenas al grupo para garantizar así su total objetividad. Tras varias semanas de espera y justo antes de cerrar este artículo, nos llega la aclaración por parte de el director de la Revista Milenarios Don Enmanuel Álvarez, uno de los mejores analistas de imagen que existe con muchos años de experiencia precisamente en ese campo, y un buen amigo de este grupo al que siempre le agradecemos toda su ayuda, aquí os reproducimos literalmente el resultado que él nos enviaba:
«La foto no tiene nada fuera de lo «normal», la sombra que veis abajo a la izquierda es posible quitarla con algunos filtros de fotografía que se aplican a las luces producidas por el flash. Lo único que no me cuadra es la forma de algunas de sus esquinas, las cuales solo tendrían excusas si hubiera mucha vegetación cerca de media o alta altura. Por otro lado os envío la foto con un leve aclarado y subida de tonos para que se vean los contraste de las cosas que habían detrás. Lo que más claro tengo de toda la foto es que en la zona hay una gran cantidad de polvo en suspensión que no ayuda a la calidad de la imagen.»
A pesar de este análisis y por las dudas que Enmanuel nos expresa, volvemos a examinar una vez más la instantánea, centrándonos precisamente en esas «esquinas» que no están tan claras en cuanto a su forma. Podemos garantizaros que la vegetación es inexistente en este lugar tan desolado, solo los escombros se almacenan ya en esas calles… Así pues iniciamos un nuevo filtrado pero exclusivamente de esa parte de la foto. Al hacerlo, sentimos un gran escalofrío pues ante nosotros se revela entonces el presunto rostro de una persona con gesto de enorme sufrimiento e incluso al que parece intuírsele un tiro de gracia en la nuca, tan común en los salvajes enfrentamientos que tuvieron lugar allí. Observar como el presunto impacto de bala penetra en este rostro, sinceramente nos deja sin palabras, no damos crédito a lo que tenemos delante de nuestros propios ojos y ahora si que entendemos también el malestar que pudimos sentir y el temblor que nos produjo caminar, justamente en ese tramo de la calle.
Unos metros más adelante de este lugar, nos encontramos con una pequeña plaza de aparente forma circular, esta rotonda sin nombre definido, (en algunos foros se la menciona como plaza de la iglesia) al parecer servía para la reunión de los vecinos del pueblo, en ella se encuentra ubicada una gran cruz de hierro adormecida en lo alto de su pedestal. Nos sobrecoge mirarla y nos enmudece, tan solo los ladridos de un precioso perro que nos acompaña llamado «Magú» rompen el silencio, él parece observar inquieto aquella construcción, la llamada por algunos cruz del seminario o cruz de los caídos.
Nos aproximamos a ella, parece casi estar hablándonos de sus recuerdos, mostrándonos las huellas de los fusilamientos que allí, a sus pies, tuvieron lugar. Los orificios de las balas marcados en la piedra nos descomponen, es aterrador observar como a pesar de los años transcurridos no se ha desdibujado aquella macabra señal, nuestros dedos se atreven a rozar las hendiduras y os podemos garantizar que se palpa el dolor, volvemos a sentir entonces aquella sensación de antes, en ese instante, ya no estamos solos. Otras historias apuntan también a que justamente en ese punto donde ahora se alza esta inmensa mole de metal y cemento, se incineraron los cuerpos de decenas de combatientes, aunque ese es un extremo que ciertamente no hemos podido confirmar.
Dos de nuestros compañeros se apartan entonces del grupo para mantener una conversación privada y de carácter muy personal que obviamente no podemos desvelar aquí, pero en una de las fotografías captadas justo en ese instante, por otro de los miembros del grupo, observamos una curiosa anomalía. El objetivo de la cámara es caprichoso y nos conmociona con la imagen que podéis ver.
Miguel y Javier charlando alejados del grupo y justo sobre la espalda de Miguel (a su lado derecho) aparece una gran esfera luminiscente que parece estar acompañándoles en su conversación. Obviamente no descartamos en ningún caso que se trate meramente de un clásico orb tan comunes allí por la cantidad de partículas en suspensión que había, pero dado el contenido de la conversación que mantenían nuestros dos amigos en ese momento os podemos decir que honestamente tampoco podemos descartar del todo algún otro tipo de fenómeno no del todo material, pues la esfera parece estar «descendiendo» sobre nuestro compañero justo en el momento clave de su conversación.
Llegamos ahora a lo que en su día fue la Iglesia de San Martín de Tours, (otro de los puntos clave de nuestro periplo) seguramente la construcción de mayor calidad de Belchite, convertida hoy apenas en un esqueleto delineado sobre las ruinas de su destrucción, nos disponemos a entrar para grabar y aproximarnos a las criptas que pueblan su subsuelo, las precauciones que tomamos son máximas pues se nos pueden venir encima los muros de este gigante que parecen estar sosteniéndose en equilibrio, como resistiéndose a desaparecer para siempre. La luz de las linternas nos alumbran en esta oscuridad tenebrosa guiando nuestros pasos, el grupo avanza hacia el interior, pero de repente, Clara y yo no podemos continuar, algo está sucediendo, nos están sujetando, así literalmente como lo estoy contando, una «fuerza» extraña nos empujan hacia atrás no podemos continuar y finalmente nos vemos obligadas ambas a esperar a nuestros compañeros en el exterior de la iglesia, nos encontramos mal y decidimos esperar a que salgan.
El grueso del grupo avanzamos en el interior de San Martín y situamos de inmediato parte de nuestro equipo, realizamos un perimetraje para observar y medir la temperatura y las posibles variaciones del campo electromagnético. Al tiempo, colocamos nuestros volumétricos en diferentes puntos de la estructura con la esperanza de iniciar un «diálogo» con las presuntas presencias que pudieran habitar allí. Nos aproximamos a una de las entradas (ahora cerradas) a las criptas y situamos allí también nuestras grabadoras.
En el silencio, iniciamos la experimentación parafónica y a pesar de que no obtuvimos respuesta de los volumétricos ni ninguno de nosotros percibió variaciones importantes en ninguno de los parámetros que estábamos analizando, las voces no se hicieron de rogar:
Después de esta experiencia tan dura (la «energia» que nos retenía en el exterior de San Martín parecía ir en aumento) decidimos regresar, los nervios son extremos y las sensaciones físicas son realmente incomodas (mareos, dolor en el pecho, angustia) , son las 3.30 horas de la madrugada y nuestra investigación ha concluido esta noche.
Nos alejamos poco a poco, las luces de las linternas que llevamos nos abren paso a través de las tristes calles de este increíble lugar…Belchite, ahora te dejamos descansar, pues hemos podido percibir como aun tus ruinas lloran sangre y tus grietas son heridas abiertas en el tiempo, en el recuerdo de los vecinos que un día quisieron salvarte. Fuiste también morada ocasional de uno de nuestros pintores más universales, Francisco de Goya y Lucientes, él supo reflejar también el dolor que hoy nosotros hemos sentido.
Belchite eres el pueblo olvidado, eso dicen, así te han bautizado pero el olvido es solo una excusa. A la historia pertenecerás por siempre, a la sinrazón también, la amnesia de los políticos y la ceguera han arrancado las hojas de tu existencia pero nosotros te llevaremos para siempre en nuestros corazones. El eco de tu silencio será contado.
Queremos rendir también con este artículo nuestro pequeño y humilde homenaje a los 250 prisioneros del campo de concentración franquista de San Pedro de Cardeña que fueron enviados en noviembre de 1939 para la reconstrucción de Belchite, muchos dejaron allí su vida y justo es por tanto reconocer su sacrificio. Al comienzo de este artículo os comentamos que un grupo de personas se unieron a nosotros y a ellos les expresamos desde aquí las gracias por su inigualable compañía y colaboración, José María Díaz, Arancha González, Jonathan Serrano y F. Javier Serrano y también al simpático «Magú», una pequeña mascota de gran olfato paranormal, de nuevo gracias a todos amigos.
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