Es de todos conocido que New York es tierra de cultivo para las mejores leyendas urbanas y como no podía ser de otra manera, queremos abordar hoy aquí una de las más conocidas y peliagudas que se le han atribuido a la maravillosa «ciudad de los rascacielos»… Bajo el subsuelo de Manhattan, Queens o el mismísimo Bronx, ¡existe una verdadera plaga de terribles y grandiosos caimanes albinos! ¿Pero cual es la causa de tan horripilante invasión?
LAS ALCANTARILLAS YA NO SON LO QUE ERAN
A comienzos de los años 30, eran muchos los turistas neoyorquinos que ávidos por disfrutar de la compañía de una criatura exótica en su hogar en lugar del típico perro, hacían las maletas y partían rumbo a Florida. Allí, por aproximadamente treinta dólares, adquirían un hermoso y minúsculo caimán, pero claro…todo cambia, hasta las criaturas más adorables. Conforme pasaba el tiempo y el no tan pequeño caimán aumentaba su apetito (y sus centímetros) los dueños (siempre eso si, pensando en el bienestar de su familia) decidían librarse del reptil lanzándolo impunemente por el retrete. Y así fue como aquella noble tradición dio lugar en unos pocos años, a una auténtica invasión reptiliana en las alcantarillas de Nueva York y a una leyenda fantástica que ha perdurado hasta nuestros días.
Todo comenzó el 10 de febrero de 1935, ese día el mundialmente conocido New York Times en su página 29 (para ver la noticia original…AQUÍ) detallaba el extraordinario encuentro de un grupo de muchachos en las proximidades del río Harlem, los chicos, habían visto como un caimán de unos dos metros de longitud chapoteaba alegremente hacia la boca de una de las alcantarillas! A pesar de que tanto la noticia como el «misterioso» final del infortunado animal (exterminado en apenas unos minutos) dejaban más dudas que otra cosa acerca de la credibilidad de la noticia, el hecho de que una publicación de primera línea como el New York Time publicara algo así, hizo que los rumores sobre aquel perturbador hallazgo corrieran por las calles de la ciudad como la pólvora.
Después de aquél encuentro, el entonces inspector general de alcantarillado de la ciudad decidió emprender durante todo un largo año (hasta 1936) una campaña de exterminio por el subsuelo de la ciudad, aun así, no tuvo demasiado éxito porque años más tarde ejemplares de hasta cuatro metros de longitud fueron avistados en lugares tan peculiares como el metro de Brooklyn, el río Bronx y numerosos parques de las afueras de la ciudad. Aunque curiosamente nunca se pudo ver el cuerpo de ninguno de aquellos temibles monstruos abisales… ¡Aquello se había transformado ya en un fenómeno incontrolable!
Cuando años más tarde (1959) el periodista y escritor Robert Daley publicó su libro «The World Beneath the City» era ya de todos conocido que las cloacas de New York estaban infestadas por aquellas terribles criaturas y aquella curiosa publicación que versaba sobre los subterráneos de la ciudad y las criaturas que en ellos habitaban, dio ya el espaldarazo definitivo para que la historia llegara a todos los rincones de América.
El padre del «folclore» americano, Richard Mercer Dorson (1916-1981) contribuyó también a la causa de esta leyenda cuando publicó una serie de textos en los que por primera vez se hablaba del «albinismo» de los reptiles neoyorquinos y cuales serían sus posibles causas, el popular folclorista que fue el primero en acuñar el término «leyenda urbana», apuntaba hacia la inmensa oscuridad de las alcantarillas y la marihuana que arrojaban los delincuentes por los retretes con cada redada, como las causas más probables de que nuestros no tan pequeños caimanes perdieran su llamativo color verdoso en favor de un fantasmagórico color blanquecino. Ya en los años 80 la película «Alligator» y su consiguiente secuela, (mal traducidas en España como «La bestia bajo el asfalto») remataron la popularidad de este fenómeno extendiendo el mito para siempre más allá de las fronteras de los EEUU.
En cualquier caso si alguna vez se os da la ocasión de descender a las profundidades de vuestra ciudad no dejéis de ir bien equipados, porque allí abajo, en la oscuridad más absoluta… nunca se sabe que criatura de pesadilla nos puede estar acechando…